Cuando un móvil no puede andar porque alguna de sus llantas se ponchó, se recurre a la llanta de refacción. Siempre va atrás, relegada, lista para funcionar en cuanto todo está por irse a la chingada.
Ese es su trabajo, subestimado la mayor parte del tiempo, pero imprescindible una vez que el cielo se torna gris y la brújula no sabe qué dirección es.
Algunas personas somos esa llanta. Olvidadas, pero sin nosotras, la tormenta sería perpetua…